13 de junio de 2010

Fuertes pisotadas.


Fue aproximadamente hace una hora, venía de un almuerzo familiar, por el fin de semana largo; no era de mi agrado reunirme con ciertos familiares a los que yo poco apreciaba. Mi personalidad autista, me llevo a esconderme detras de los árboles. Allí sentado, el viento refresco mi rostro, fue como si recorriera mi sangre y mi pecho a la ves. Me sentía frío. Helado. Como si estuviera en off. Mi pecho no padecia ningun vacío sentimental pero algo semejante padecía. Mi mente, mi cabeza, mi cerebro, todo aquello que perteneciera a mi organismo, y reprodujera imagenes, era lo único que funcionaba. Sentía el efecto de un espejismo, alguien en frente se me acercaba, me apresure a sacar mi celular, simulando estar ocupado. No era nadie. Cada movimiento, parecía una señal, y cada una de esas señales, me indicaban algo, me indicaban el enfoque en algo. Pero no era un enfoque abstracto, era un enfoque en concreto, una pequeña luz, se asomaba, mi instinto deseba seguirla, pero algo hizo que la evitara, fue mi sombra, ella era la que se movia contraria a la luz. Confiaba en ella, y preferia seguirla. No fue mala opción; solo pasaron unos segundos cuando se escucharon miles de alarmas de relojes sonando a la ves, fue como si aturdiecen mi cabeza al instante y me paralizara. Quede intacto. Una brisa de polvo, me petrifico, y otra brisa de viento me desplomo, quede disuelto; en el suelo, sin forma ni pensamiento; y fue allí, cuando miles de personas, atravesaron sobre mí, como un desfile de inmensos soldados, tal cual como ahora, pisan sobre mi cabeza, y eso, realmente, aturde.

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