28 de julio de 2010

Esa historia sin terminar.


Recuerdo de esos momentos en que era joven, más precisamente un infante, todo era de colores claros, caritas felices, y días soleados. Mamá no se cansaba de regañarme por cada travesura, eso de ir a lo del vecino, o esconderme debajo de la cama ante algún hecho que sabia que había metido la pata. Mi abuela no dejaba de cuidarme con cualquiera de sus supersticiones que conocía, para que sea un buen chico de grande. Mi papá no se cansaba de enseñarme cosas que me ayudaran en el futuro. Mi hermano, bueno, él era el hermano celoso como el de las películas, creía yo. Ahora bien, en ese tiempo recuerdo el uso de mi sentido común, nunca trataba de razonarlo, siempre me resultaba todo tan fácil, si no era el 1 era el 2, si no era tampoco el 2, entonces era el 3, siempre era un constante descarte. Todos nos entendíamos, sabiendo que hablábamos mal. Pasa que a esta altura, de la vida por supuesto, el material concreto a trabajar es diferente, y cuando se convierte en un material abstracto ahí vienen los problemas, pero pasa por la esencia de esa inmadurez, querer llegar a la madurez, con solo aparentar serlo. Y ahí nos damos cuenta, que seguimos utilizando el descarte, porque cuando se comprueba la inmadurez, se busca otros métodos de parecer maduro, pero en fin, uno no consigue lo que quiere con solo imitar, hay que actuar. Obviamente tampoco basta con eso, hace falta pensar y meditar, ya las frutas tienen que dejar de ser billetes, ya subir al techo de la casa no puede significar escalar un rascacielos. Luego todo se acomoda al gusto de uno. Ahora bien, ya ni la abuela ni la mamá ni el papá, seguirán estando tan pendientes de uno como lo fueron antes. Eso a veces es lo que se extraña, y se busca contención en otros lados, ahí aparecen los desastres más importantes que hacen de tu vida, personalmente, la mejor; amigos, y bueno, algunas que se convierten en más que amigas. Podría solo tomarme una foto a mi sonrisa, para demostrar lo cuan importante que son. Creo ahora, que me sientan ganas de pensar en otras cosas, cosas cotidianas, siento ganas de refrescarme y saber que pasara en unos años cuando vuelva a refrescarme, siento ganas de salir a la terraza y ver el cielo, el mismo cielo que a todos nos cubre, la diferencia es que cada uno lo describe diferente. El tiempo transcurre y no se encuentra una formula que de conformidad a todos. No creo que todo esto sea en vano, conozco mis sonrisas, y la de ahora dará conformidad, al menos en mi, más tarde. No pido nada, pero me piden todo, y esa relación rompe el vinculo, ahora, rompe el hilo del texto, por lo cual, aparece otro punto final, que espero, que sirva. La proxima hablamos, hasta luego.

1 comentario:

flightlessbird dijo...

Concuerdo con vos, la mejor contención es la de los amigos. Al menos sabés que no te van a dejar nunca. Me gusta como describís las cosas cotidianas a tu manera. Muchas veces yo también siento esa necesidad de mirar a ese cielo y de darle mi punto de vista, debe ser normal en todas las personas entonces. Me gusta tu blog, escribís bien. Mucha suerte, un beso.